miércoles, 16 de marzo de 2011

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Sin sentido

13/02/11
Contaba los pasos en mi mente, como si fuesen el pulso de una canción, una canción de las que a mí me gustaba escuchar en el autobús que me llevaba todos los viernes a esa calle tan... de cuento. Había miles de historias sobre esa calle, concrétamente historias sobre el número 43. Suiza, número 43. Leyendas urbanas hablaban sobre supuestos inquilinos que se les había tragado la casa, sobre la sombra de una joven, de pelo largo y ojos deslumbrantes que cegaban, a altas horas de la madrugada... A mí no me importaba pasar por aquella casa. Todos los viernes a las 22:05 lo hacía. La casa, a decir verdad, tenía un aspecto un tanto espeluznante. No se veía el jardín, un muro de mármol gris lo impedía, las ventanas tenían rejas negras, la puerta tenía un acabado precioso, pero escalofriante. A simple vista parecía un acabado liso, pero si te fijabas bien podías comprobar que no era así, tenía pequeños alfileres negros. Nunca se había visto salir a nadie de aquel lúgubre lugar. Ni la policía se atrevía a entrar.

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